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Por: CATÓN

La doctora Peli Llosa Lamar, terapeuta especializada en arreglar conflictos entre esposos, es un nuevo personaje de esta columnejilla, y hoy hace su debut. En cierta ocasión trató a una pareja de casados que tenían problemas en la cama. Después de interrogarlos les comunicó: “Creo que he encontrado la raíz de su problema. En el renglón del sexo usted, señora, es una mantequilla, y usted, señor, un hierro al rojo vivo”. “¿De veras?” -exclamaron los dos al unísono, halagados. “Sí -confirmó ella-. Usted es una mantequilla por lo fría y lo dura, y usted un hierro al rojo vivo por lo caliente y lo blando”… A principios de diciembre naufragó el barco en que iban Capronio y su mujer. Lograron salvarse, y llegaron a una isla desierta. Ella gimió: “¡Y pensar que mamá me dijo que pasaría en nuestra casa la Navidad, el Año Nuevo, el Día de Reyes y la Candelaria!” “¡Gloria a Dios! -exultó el tal Capronio-. ¡Nos salvamos!”… ¡Clap clap clap clap clap clap clap clap clap! Dinos, fruslero escribidor: ¿a quién va dirigida esa ovación, formada por nueve sonorosos claps, tres más que los seis que usualmente tributas a quienes crees merecedores de reconocimiento, y dado además el aplauso con ambas manos, señal de que lo envías con mayor entusiasmo y admiración mayor? Aplaudo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación por haber reafirmado la tesis según la cual el matrimonio civil -que es el que a fin de cuentas cuenta- une ante la ley a dos personas que no necesariamente tienen que ser hombre y mujer.

Esa determinación hace avanzar a México en el terreno de los derechos humanos, y pone un límite a la discriminación de que han sido objeto las personas homosexuales. Hay estados del país en los que existe una tradición de religiosidad -sumamente respetable, por lo demás- que cuando está bien orientada es valiosa e importante para la vida de una comunidad. Debe haber, sin embargo, una clara división entre aquello que atañe a las creencias de cada uno y lo que toca por igual a todos los miembros de la sociedad independientemente de su credo religioso (o de su falta de él). Los beneficios emanados de una institución como el matrimonio, que no tiene como único fin la procreación, no pueden ni deben ser exclusivos de las parejas heterosexuales. Dos personas del mismo sexo que se aman, y que desean unir sus vidas, han de tener acceso, como todos, a la estabilidad y garantías que derivan de ese contrato civil, el matrimonio. Otorgar tal derecho a las personas homosexuales no es sólo una prescripción de la ley: es igualmente una demanda de la justicia. Y, si se miran las cosas desde el punto de vista religioso, también constituye una exigencia de la caridad, que es uno de los nombres que recibe el amor al prójimo… Doña Macalota le contó a su esposo don Chinguetas: “Mi cumpleaños es mañana, y anoche soñé que me regalabas un anillo de brillantes. ¿Qué crees que significa ese sueño?” Él le dio un beso en la mejilla y le dijo con amoroso acento: “Mañana lo sabrás, mi vida”. Al día siguiente don Chinguetas le dio a doña Macalota, con un cariñoso abrazo, un pequeño paquete. Lo abrió ella ilusionada y encontró una edición barata, de bolsillo, de la obra de Freud intitulada La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900, Franz Deuticke, editor)… Empédocles Etílez, beodo profesional, acudió una mañana muy temprano a la consulta del doctor Ken Hosanna, pues experimentaba síntomas que lo angustiaron. Después de examinarlo le dijo el facultativo: “No tiene usted nada, amigo. Lo que sucede es que seguramente anoche bebió de más, y hoy está sufriendo los efectos de la resaca; en inglés katzenjammer o hangover; en términos médicos veisalgia. Para decirlo más sencillamente: anda usted crudo”. “¡Bendito sea el Señor! -profirió con emoción Empédocles-. ¡Pensé que me habían dado al mismo tiempo embolia, polio, artritis, infarto al miocardio, pérdida de la visión, laberintitis, dislalia, desprendimiento de vejiga y meningitis cerebroespinal!”… FIN.

afacaton@yahoo.com.mx

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