- Imágenes vía satélite han permitido constatar la destrucción total del monasterio de San Elías, el más antiguo de Irak
El califato es un enorme agujero negro informativo en el que sólo las imágenes vía satélite obtenidas por la agencia AP han permitido constatar la destrucción total del monasterio de San Elías, a las afueras de Mosul. El edificio fue levantado entre los años 582 y 590 y había resistido a los persas, otomanos o a los estadounidenses, que lo usaron como base durante la invasión de 2003, pero no ha podido con el grupo yihadista Daesh.
A diferencia de otros templos y museos arrasados, en el caso de San Elías los yihadistas no han aprovechado hasta el momento para hacer publicidad de una voladura que, según expertos consultados por la agencia estadounidense, se produjo entre agosto y septiembre de 2014, apenas dos meses después de la conquista de Mosul por el EI.
«No puedo describir mi tristeza. La historia de los cristianos en Mosul está siendo bárbaramente arrasada. Creemos que es un intento de expulsarnos de Irak, eliminando y liquidando nuestra existencia en esta tierra», declaró a AP el padre Paul Thabit Habib desde Erbil, capital de la Región Autónoma del Kurdistán, último lugar seguro del país para las minorías religiosas.
La comunidad cristiana en Irak ha pasado de 1.200.000 personas a 300.000
Limpieza cultural
Daesh acelera la limpieza cultural en el califato, una de las políticas más firmes de los hombres del califa Ibrahim junto a la limpieza sectaria. El monasterio de San Elías se suma junto a Hatra, capital del reino de los Partos con 2.000 años de historia, y Nimrud, joya del imperio asirio fundada en el siglo XIII antes de nuestra era a orillas del Tigris y que formaba parte del catálogo que maneja la Unesco como candidata a pasar a formar parte de la lista de lugares protegidos, a la lista de lugares históricos arrasados en la provincia de Nínive, donde durante siglos han convivido distintas confesiones. Los yihadistas también difundieron vídeos a comienzos del año pasado en los que mostraban cómo rompían con martillos, taladros y mazas las estatuas del museo de Mosul y quemaban miles de libros y manuscritos de las principales bibliotecas de la capital de Nínive, convertida hoy en el bastión iraquí de Daesh.
Los hombres del califa Ibrahim justifican todas sus acciones con suinterpretación ultraortodoxa del islam, en la misma línea de la de los talibanes en Afganistán antes de la invasión estadounidense de 2001. Los yihadistas arrasan el patrimonio cultural iraquí y sirio, como los talibanes arrasaron el afgano, por considerar que estos lugares son símbolos de la apostasía. La Unesco ha calificado en numerosas ocasiones estos actos de «crimen de guerra», pero los llamamientos del organismo internacional no afectan a la agenda de unos yihadistas que en la parte siria del califatocontrolan la histórica ciudad de Palmira, incluida dentro de la lista de patrimonio mundial de la Unesco desde 1980.